La escuela se encuentra a más de 2 mil metros sobre el nivel
del mar, con un acceso complicado por sus caminos sinuosos.
Relato de una maestra rural:
Tempranísimo, cuando todavía era de noche, nos encontramos
en una estación de servicio de Andalgalá con Mónica, la directora y maestra de
la escuela 305 de El Espinillo en Andalgalá. También estaba su marido que es
quien la lleva cada lunes.
Ella se queda hasta el viernes viviendo en la escuela que es
cuando de nuevo baja a su casa y así, hace 26 años. Es que el camino no es
fácil. Nosotros los seguimos a ellos con bastante susto porque recién nos
iniciamos en este arte de manejar en ripio, cuesta arriba y con el precipicio
ahí al ladito cerca. Subimos durante dos horas hasta que llegamos a la escuela
a 2000 metros de altura.
Ya había salido el sol. Se podía ver bien clarito el paisaje
hermosamente increíble que regala la altura y las montañas. Hacía mucho frío.
El clima era muy diferente al de abajo. Los chicos ya estaban parados bien
firmes en la puerta de la escuela esperando a que por fin llegáramos.
Con caras serias, escondiendo un entusiasmo evidente que ya
nos venía adelantando la maestra desde hacía días. Hace mucho que saben que
íbamos a venir y hace mucho que nosotros teníamos ganas de llegar a El
Espinillo. Estamos todos contentos, aunque recién empezamos a conocernos.
Aprendernos los nombres fue más o menos fácil porque son sólo 8 los chicos que
asisten a la escuela.
Nos cuentan que antes eran más. Y que mucho antes eran
muchos más. Es que estos lugares de a poco se van despoblando. Porque la vida
acá no es sencilla y muchos migran. Esto nos lo dicen en todas estas escuelas
rurales.
Y sabemos que muchas corren peligro de cierre por la baja
matrícula, y a veces los chicos se quedan sin escuela donde viven. Por suerte,
ellos la tienen y es la única escuela primaria de toda la zona. Algunos viven
ahí nomás, cerca. Y otros un poquito más lejos. Pero aquí están: Natalia,
Maribel, Celeste, Lautaro, Hoel, Ana, Ludmila y Priscila: los chicos y chicas
de la escuela 305 de El Espinillo, Andalgalá, Catamarca.
El relato de esta maestra rural nos hace revivir el
sentimiento de que, a pesar de las crueldades del mundo, aún queda gente con
verdadera vocación de servicio como para instalarse a trabajar en semejantes
condiciones.