Paulino Orquera tenía más de 90 años y andaba despacio con
su bastoncito de caña por ese patio de polvo que algún día fue la pista de
baile de la confiteria "El Picaflor".
Pista de baile que en los carnavales, Don Paulino animaba
tocando el bandoneón desde un escenario que ahora es un galponcito que sirve
para curtiembre.
Él contaba de cuando allí no había membrillos, nogales o
duraznos, era puro monte que el mismo tumbó. En sus últimos tiempos solía decir
que desde que él dejo de tocar, estaba muerto el carnaval.
También decía que sus manos no andaban bien y su memoria le
fallaba, y ya tenía que buscar entre los botones del bandoneón aquellas zambas,
gatos chacareras o escondidos. Buscaba y tocaba como un Dios, y en ese
encuentro el patio se iluminaba de bombitas de colores.
Se ha ido el carnaval, el cielo estará de fiesta con Don
Paulino Orquera, hombre de Choya-Andalgalá, Catamarca.