lunes, 30 de noviembre de 2015
09:31
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El sorprendido motorista, sin advertir lo fangoso del terreno, se fue internando en su máquina hasta que la misma terminó literalmente enterrada en el barro, por lo cual debió recurrir a la ayuda de amigos y otras personas que recorrían el lugar, quienes mediante lingas y sogas pudieron zafar al vehículo de la incómoda posición en la que había quedado.
Una imprudencia sin mayores consecuencias, más allá de la dura tarea de lavar el cuatriciclo para volver a dejarlo en condiciones de marchar. Aunque no -claro está- para transitar la superficie, aparentemente "seca”, del embalse de Las Pirquitas.