MONS. LUIS URBANC EN LA MISA SOLEMNE

“No se puede celebrar el Adviento sin hablar de María”

En la lluviosa mañana del jueves 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción, una gran cantidad de fieles y peregrinos colmó el templo catedralicio para participar de la Misa Solemne de la Inmaculada Concepción de María, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, concelebrada por sacerdotes del clero catamarqueño y de otras jurisdicciones eclesiásticas del país.
jueves, 8 de diciembre de 2016 13:33
jueves, 8 de diciembre de 2016 13:33

Durante esta celebración eucarística se clausuró oficialmente el Año Diocesano del Compromiso Cívico y Ciudadano, que puso fin a la primera etapa de la Misión Diocesana Permanente.

En su homilía, el Obispo se refirió a la fiesta de la Inmaculada Concepción, indicando que "siempre el culto a María ha estado muy unido al Adviento. Cuando aguardamos la venida del Redentor que vino a librarnos de nuestra miseria, levantamos los ojos hacia su Madre, y nos llenamos de gozo cuando recordamos los privilegios y las grandezas de la Madre de Dios”.

"María es la predestinada, la escogida, la purísima, la siempre presente en los decretos divinos y creada en la santidad y la justicia, la llena de gracia y bendita entre todas las mujeres”, afirmó.

Luego enfatizó que "el Adviento es el tiempo mariano por excelencia, porque nadie, como la Virgen, ha estado en el ápice de la expectación del Salvador. La Virgen del Adviento no es la dolorosa del Calvario, ni la asunta a los cielos; es la santa Virgen María, plena de juventud y limpia hermosura. No se puede celebrar el Adviento sin hablar de Ella, sin hacer un esfuerzo por imitar sus sentimientos en la concepción y en el parto de Cristo, sin presentarla como la persona que corona el misterio de la Iglesia”.

Compromiso con el bien común de los catamarqueños

El Pastor Diocesano también dedicó una parte de su reflexión "para agradecer a la Virgen y a todos los que, de una u otra forma, han llevado adelante la temática propuesta para este año que concluye: ‘el Compromiso Cívico y Ciudadano’, con el que ponemos fin a la primera parte de nuestra Misión Diocesana Permanente. En especial a la Pastoral Social que promovió diversas actividades para propiciar un mayor conocimiento y vivencia de la Doctrina Social de la Iglesia, ya que la fe si no está animada por la Caridad está muerta, expresó.

Y deseó "que, a lo largo de este bicentenario de nuestra Patria 2010-2016, hayamos dejado de ser ‘meros habitantes, para constituirnos en auténticos ciudadanos’, fautores no sólo de la comunidad eclesial, sino también de la sociedad civil, de la que todo cristiano debe saberse inexcusable actor y responsable protagonista de vanguardia”.

Por último invitó a "renovar el amor a la Virgen Santísima y a rogarle que nos asista con su poderosa intercesión para que cada bautizado se esfuerce por ser un ciudadano comprometido con el Bien Común de todos los catamarqueños”.

Antes de concluir la celebración, Mons. Urbanc entregó los certificados a quienes tuvieron asistencia perfecta en las clases del curso de Doctrina Social de la Iglesia, organizado durante varios meses de este año por el Equipo de Pastoral Social de la Diócesis.

Luego de la bendición final, todo el templo estalló en vivas y alabanzas a la Madre Morenita del Valle, que esta tarde caminará junto a sus hijos, a partir de las 18.30.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos Devotos y Peregrinos:

Si bien la fiesta de la Inmaculada Concepción tiene poco más de un siglo y medio, sin embargo, siempre el culto a María ha estado muy unido al Adviento. Cuando aguardamos la venida del Redentor que vino a librarnos de nuestra miseria, levantamos los ojos hacia su Madre, y nos llenamos de gozo cuando recordamos los privilegios y las grandezas de la Madre de Dios. María es la predestinada, la escogida, la purísima, la siempre presente en los decretos divinos y creada en la santidad y la justicia, la llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

El Adviento es el tiempo mariano por excelencia, porque nadie, como la Virgen, ha estado en el ápice de la expectación del Salvador. La Virgen del Adviento no es la dolorosa del Calvario, ni la asunta a los cielos; es la santa Virgen María, plena de juventud y limpia hermosura. No se puede celebrar el Adviento sin hablar de Ella, sin hacer un esfuerzo por imitar sus sentimientos en la concepción y en el parto de Cristo, sin presentarla como la persona que corona el misterio de la Iglesia. La fiesta de la Virgen durante el Adviento es la Inmaculada Concepción, fiesta de la pureza de María.

La Encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de la Virgen Santísima fue el advenimiento del día del Señor, ya preanunciado en los orígenes del mundo humano, que llega hasta nosotros, pero precedido de una mujer: su Madre, la nueva Eva, la dócil y humilde. Ella es la brillante aurora que anuncia un nuevo amanecer... "¿Quién es esta que se levanta rutilante como la aurora, bella como la luna, resplandeciente como el sol, majestuosa como un ejército en orden de batalla?” (Cantares 6,10). La Virgen es bella como la luz, limpia como la nieve. Es el amanecer de un nuevo día, el de Cristo.

En la Bula de la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción dice el beato Pío IX que la Virgen "sobre todos los ángeles y santos poseyó una plenitud de inocencia y santidad tal que, después de Dios, no puede concebirse mayor”. Para hablar de la "Purísima” es diáfana la afirmación de San Jerónimo: "Se la llama Inmaculada porque no sufrió corrupción alguna; y considerada atentamente, se ve que no existe virtud, ni candor, ni gloria, que en ella no resplandezca”. La virginidad absoluta e inviolada de María está exenta de toda concupiscencia y es más transparente que el agua cristalina.

El capítulo 3 del Génesis, de la que está tomada la primera lectura, forma parte del relato de los orígenes. El autor de estos relatos es un observador agudo de la experiencia humana, que él mismo comparte, y un creyente que llega a los orígenes a través de una profunda reflexión sobre la dolorosa condición pecadora de la especie humana. El fragmento que hoy escuchamos recoge la respuesta de Dios a la lamentable situación creada como resultado de la desobediencia de los padres. De este modo, comienza una perspectiva nueva de esperanza para toda la humanidad.

El hombre puede elegir pero no determinar lo que es bueno y lo que es malo. La libertad del hombre está limitada por la voluntad de Dios de la que procede. Ese es el bien del hombre y la posibilidad de su realización y pleno sentido humano. Este relato leído en el marco de la fiesta de hoy quiere decir que Dios proyecta restablecer el orden primero; para ello elige, capacita y prepara el instrumento con cual reparará la humanidad caída: María.

El proceso del acontecimiento salvífico se realiza en sucesivas etapas: bendición de Dios, elección, adopción, redención, herencia, alabanza de su gloria. Todos estos dones del plan de Dios se realizaron en María de modo eminente y singular en previsión de la misión que se le encomendó junto a Jesús, realizador pleno de este proyecto.

Lucas pone especial cuidado en narrar las circunstancias humanas en que se va a producir el acontecimiento central de la historia de la salvación. Coincide con el relato de Mateo al describir a los personajes elegidos por Dios para realizar su designio de enviar a su Hijo al mundo nacido bajo la ley, nacido de mujer. La Palabra se hará historia en un hogar humano, pero con una intervención divina del todo especial como lo demuestra la presencia de un ángel enviado por el Señor.

El Hijo que tendrá María no sólo será el Mesías, será además el Hijo de Dios. Y esto es obra del Espíritu Santo, que es Espíritu Creador. Sólo en la conjunción de la fuerza omnipotente del Espíritu y la colaboración del SÍ de la Virgen María se va a producir la Encarnación de la Palabra Eterna de Dios.

Dios pudo haber obrado solo y directamente, no obstante, quiso hacerlo a través de su creatura libremente asociada a la tarea. Dios siempre da participación porque es Amor, y el Amor es siempre relación para ser tal.

María, pronunciando el admirable ¡Fiat! ¡Hágase!, ha entrado a formar parte directa en la Encarnación. Su decisión ha hecho posible que la Palabra se hiciera realmente historia en todo humana, menos en el pecado. La actitud de María que acoge la Palabra de Dios para asumirla y meditarla será permanente durante toda su vida.

Permítanme unas palabras para agradecer a la Virgen y a todos los que, de una u otra forma, han llevado adelante la temática propuesta para este año que concluye: ‘el Compromiso Cívico y Ciudadano’, con el que ponemos fin a la primera parte de nuestra Misión Diocesana Permanente. En especial a la Pastoral Social que promovió diversas actividades para propiciar un mayor conocimiento y vivencia de la Doctrina Social de la Iglesia, ya que la fe si no está animada por la Caridad está muerta (cf. Gál 5,6; St2,17.20.26).

Espero que, a lo largo de este bicentenario de nuestra Patria 2010-2016, hayamos dejado de ser ‘meros habitantes, para constituirnos en auténticos ciudadanos’, fautores no sólo de la comunidad eclesial, sino también de la sociedad civil, de la que todo cristiano debe saberse inexcusable actor y responsable protagonista de vanguardia.

Los invito, en esta Misa solemne, a renovar su amor a la Virgen Santísima y a rogarle que los asista con su poderosa intercesión para que cada bautizado se esfuerce por ser un ciudadano comprometido con el Bien Común de todos los catamarqueños.

A Ti, Virgen Santa del Valle, venimos a implorar tu protección como pobres mendigos, muy conscientes de nuestra indignidad, pero sabedores de tu materna bondad para con todos tus hijos, especialmente para con los más necesitados de la Paciencia y Misericordia del Buen Padre Dios. ¡Así sea!

¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!! ¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!!

 

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