La ceremonia religiosa fue presidida por el Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, acompañado por el Párroco, Pbro. Daniel Pavón, y
contó con la presencia de la Sra. Gobernadora, Dra. Lucía Corpacci, junto con
miembros de su gabinete, funcionarios municipales, autoridades legislativas y
de las Fuerzas de Seguridad, abanderados y escoltas, quienes brindaron un marco
especial a la celebración.
En su mensaje, Mons. Urbanc expresó: "Nos hemos congregado una vez más para dar gracias a Dios por
los 206 años del primer grito de libertad, ese primer grito organizado de
querer ser una nación soberana, que se fue gestando progresivamente, hasta
concretarse en el Noroeste, en Tucumán, esa independencia real de nuestra
Patria hace doscientos años”.
Consideró que hoy "es muy importante hacer un camino de
madurez. Es bueno que lo celebremos y estemos dando gracias al Señor porque
hubo hermanos nuestros hace doscientos años atrás, y más, que fueron gestando
en los siglos pasados ese deseo de querer consolidar un nuevo país con una
identidad, fundamentalmente cristiana. Porque aquellos, que han ido
consolidando esta gesta han tenido la fe cristiana, han querido pedirle a Dios
que les diera la posibilidad de formar una nueva identidad en el mundo”.
Tomando el texto de la Carta a los Gálatas escuchado, el
Obispo se refirió a la libertad, indicando que "Jesucristo trae la verdadera
libertad al hombre, la libertad de la esclavitud del pecado que nos produce
dolores, como el egoísmo, la violencia, las mezquindades, la envidia, la
pereza, el odio. Y Jesús vino a liberarnos, y para poder vivir esa libertad nos
da el Espíritu Santo, que es el espíritu del amor”.
En este sentido advirtió que "el gran peligro es caer en el
libertinaje, que significa utilizar mal la libertad, es decir que si a esta
capacidad que me da Dios de elegir no la pongo al servicio de los demás, se
convierte en libertinaje, y volvemos a la esclavitud. Y la peor esclavitud que
tiene el ser humano es la que tiene adentro del corazón. Jesús dice en un
pasaje del Evangelio de Marcos que no es lo que entra en el corazón del hombre
lo que lo mancha, sino lo que sale de él”.
"Nos dice la Palabra de Dios que nos tenemos que hacer
servidores los unos de los otros, porque hemos sido liberados, porque hemos
sido purificados por el amor de Dios. Y debemos compartir eso con los demás. El
amor nunca hace el mal a nadie, siempre hace el bien. El amor busca engrandecer
al otro, y nos dice el texto que en nosotros hay una lucha entre la carne, que
expresa nuestra debilidad y el espíritu que nos da fortaleza. Los frutos del
espíritu son amor, alegría, paz, magnanimidad, afabilidad, bondad, confianza,
mansedumbre, templanza”, manifestó.
Continuando con su prédica, el Pastor Diocesano dijo que
"tenemos que pedirle al Espíritu Santo que nos dé el don de Ciencia para saber
descubrir auténticamente ese camino que nos lleve a poder construir una Patria
más justa, más soberana, más inclusiva. Esto solamente es posible si nos
apoyamos en los valores en que se apoyaron nuestros antepasados cuando
decidieron embarcarse en esta gesta de la independencia. Se apoyaron en los
valores cristianos, por eso del Cabildo han ido a la Catedral al Te Deum, lo
mismo en Tucumán cuando fue la Independencia, fueron al Te Deum, la gratitud a
Dios. Han pedido las luces al Espíritu Santo para saber hacer las cosas bien, y
nosotros tenemos que volver siempre a nuestros orígenes, no podemos salirnos
del camino o estaríamos cayendo nuevamente en la esclavitud del pecado”.
Año de la Misericordia
En los tramos finales de su homilía, el Obispo puso énfasis
en el Año de la Misericordia, que estamos viviendo a propuesta del Papa
Francisco, quien "nos ha pedido que reflexionemos, instalemos en nuestra
sociedad que tenemos un Dios misericordioso. Él ha puesto este lema, ‘Misericordiosos
como el Padre’, porque Dios Padre es misericordioso”. En este plano afirmó que
el Sumo Pontífice "nos ha propuesto algo muy sencillo, que son las siete obras
de misericordia corporales y las siete espirituales. Las obras de misericordia
corporales son muy sencillas y están al alcance de la mano para que las podamos
hacer. Si Dios es misericordioso conmigo yo puedo ejercer esa misericordia con
mis semejantes poniendo en práctica dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, visitar a los presos, asistir
a los enfermos y dar sepultura a los muertos”.
"Y las obras de misericordia espirituales, que son muy
importantes, dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir
al que está equivocado, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con
paciencia a las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y los difuntos.
En la medida en que pongamos en práctica las obras de misericordia seremos
excelentes ciudadanos. Ese ciudadano construye una Patria mejor, una Patria de
hermanos, ése está propiciando que haya un lugar para todos, ése es un
constructor de paz. Esto no lleva a la guerra, no lleva al conflicto, no lleva
a la descalificación, no lleva a marginar a nadie, todo lo contrario, lleva a
incluir, y si queremos tener un Patria hermosa, una Patria acogedora, donde
todo el mundo sueñe poder vivir. Esta Patria que ha recibido a tanta gente
refugiada, tiene que seguir siempre abierta para albergar al hermano que sufre.
Pidamos al Señor un corazón grande para poder acoger a todos los hermanos”,
dijo.
Antes de la bendición final, las autoridades presentes y
pueblo en general elevaron la Oración por la Patria, en un nuevo aniversario de
la gesta de mayo.