"El descubrimiento de un nuevo biomarcador molecular que
permite detectar mínimas cantidades de células tumorales del retinoblastoma, el
cáncer ocular más frecuente en la infancia, tiene muy orgullosos a los
investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ)”.
Así inicia una nota de prensa de la institución del
conurbano bonaerense que destaca el desarrollo de un biomarcador CRX, resultado
de un trabajo de más de 7 años, que realizaron los científicos locales, que
integran el Laboratorio de Oncología Molecular, en conjunto con el Hospital
Garrahan e investigadores del Conicet.
El dispositivo posibilita atacar con mayor precisión los
casos de metástasis del tumor, más precisamente, células tumorales del
retinoblastoma por fuera del ojo, que tiene uno de los índices más bajos de
curación en el mundo.
El descubrimiento -que ya comenzó a usarse en otros centros
de salud del mundo- beneficia sobre todo a los países menos desarrollados en
medicina oncológica y cambia la forma de tratar los casos de retinoblastoma en
los niños una vez que el tumor ya está avanzado ya que permite dirigir más
específicamente los tratamientos.
El biomarcador "puede detectar 1 en 1.000.000, mientras que
antes del descubrimiento la célula tumoral específica del ojo sólo podía
detectarse en una proporción mucho menor, cuando el tumor estaba muy avanzado
para lograr una cura", explicó Guillermo Chantada, quien lideró el equipo
y es director del Instituto de Investigación del Hospital Garrahan, donde se
tratan la mayoría de los casos de retinoblastoma del país y también de países
limítrofes.
"El mayor problema es el diagnóstico tardío, porque es
una enfermedad altísimamente curable si se detecta tempranamente: en Argentina
se cura el 95 por ciento de los chicos pero en otros países menos desarrollados
se cura solo el 30 por ciento, ya que se detecta cuando la enfermedad no es
curable y por eso estamos tratando de brindar una esperanza a estos
niños", informó Chantada, quien destacó que el biomarcador posibilita
diseñar una nueva estrategia de cura al constatar tempranamente el avance del
cáncer por fuera del globo ocular. La nueva técnica radica en aplicar
quimioterapia por tres vías: una dosis muy alta por la arteria para tratar el
nervio óptico; una dosis directa al cerebro y otra dosis por vena para combatir
la diseminación en la médula ósea.
"La gran diferencia es que antes no llegábamos al
sistema nervioso y el cáncer siempre volvía, por más que se limpiara la médula
y se trasplantara aparecía de nuevo en el cerebro", explicó Ana Torbidoni,
investigadora asistente del Conicet, y agregó: "ahora nos estamos
adelantando, anticipando a la gravedad de la enfermedad, diciendo: bueno, tiene
células diseminadas, qué hacemos".
Por su parte, Daniel Alonso, jefe del Laboratorio de
Oncología Molecular de la UNQ, destacó que "la idea era capitalizar estas
técnicas moleculares que trabajamos en la Universidad para enfermedades
pediátricas” y afirmó: "Esto es un fenómeno de transferencia de recurso humano
y de conocimiento. Estamos orgullosos de entrenar profesionales y desarrollar
técnicas para que después se utilicen a favor de los pacientes. Se habla tanto
de la medicina traslacional y esto es un ejemplo de lo que significa”.
La investigación se llama "Association of
Cone-RodHomeoboxTranscription Factor Messenger RNA WithPediatricMetastatic
Retinoblastoma", y contó con el apoyo del Instituto Nacional del Cáncer y
de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del Ministerio de
Ciencia y Tecnología, a través de un subsidio denominado PAE, que permitió el
desarrollo del biomarcador. También se contó con el apoyo de la
FundforOphthalmicKnowledge de Nueva York, a través de la Fundación Natalí Dafne
Flexer. (InfoGEI)