Actualmente, Argentina figura entre los 30 países que más
contaminan los mares con materiales sólidos; sólo en 2010 generó 157.777
toneladas de basura plástica. Según un estudio realizado por diferentes
instituciones académicas de los Estados Unidos, y la Organización de
Investigación Científica e Industrial del Commonwealth de Australia, de no
tomar cartas en el asunto, esa cantidad podría duplicarse en 10 años.
El polipropileno biorientado (BOPP), película plástica que,
por su bajo costo de fabricación es utilizado para embalaje, como envoltorio de
snacks o galletas, es responsable de gran parte de los residuos que se acumulan
en la naturaleza, generando un desequilibrio ecológico con la consecuente
contaminación ambiental. La biodegradación de este tipo de materiales plásticos
por acción de microorganismos, surge como una opción segura y económica para el
tratamiento de esos desechos.
Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL)
decidieron enfrentar la problemática y plantearon un método alternativo para
reducir los volúmenes de BOPP en los rellenos sanitarios. El sistema que
desarrollan los científicos santafesinos no produce ningún tipo de efecto sobre
el ambiente, a diferencia de la incineración, que es un recurso empleado en
varios países para suprimir materiales, con graves consecuencias por los
vapores tóxicos generados.
"Todo lo que no puede disminuirse va hacia los rellenos sanitarios,
que se vuelven un uso y abuso de la tierra disponible”, asegura, en diálogo con
Agencia CTyS-UNLaM, Fernanda Argarañá, miembro del equipo de trabajo y docente
e investigadora de la UNL. Según la especialista, "en diez años, los lotes
utilizados quedan inservibles y hay que salir a buscar una nueva superficie
para enterrar basura”.
Los investigadores recurrieron a la biodegradación, a partir
de microorganismos nativos que viven en el suelo y naturalmente pueden
minimizar los desechos plásticos al usarlos como fuente de carbono y energía
para nutrirse. Aislaron una bacteria, Pseudomonas aeruginosa, que cumple ese
rol, y estudian qué enzimas están involucradas en el proceso, con el objeto de
aislar los genes que las codifican y obtener un microorganismo genéticamente
modificado.
La bacteria apartada se incubó junto a las tiras de BOPP, y
después de cuatro meses fueron pesadas y evaluadas. La reducción del peso del
polipropileno biorientado otorgó un parámetro para comprobar la actividad de la
misma. Además, se midió la actividad de grupos químicos funcionales mediante
Espectroscopía Infrarroja con Transformada de Fourier (FTIR) y, con un
microscopio electrónico de barrido, se detectó la formación de huecos en la
superficie de las láminas, generados por la degradación.
De la observación a la acción
La degradación ideada no se realizaría in situ, en la
tierra, sino en un ambiente favorable, tanto para el crecimiento del
microorganismo, como para la óptima expresión del producto buscado. "Esto se
lograría utilizando un reactor”, detalla la directora del proyecto, la Dra.
María Gabriela Latorre Rapela. El proceso permitiría obtener dióxido de
carbono, agua, energía, y una biomasa residual mucho menor que la inicial.
El estudio de la UNL se concentró en la degradación del BOPP
pero, según Argarañá, "hay muchos plásticos que tienen una estructura base
semejante, como el polietileno, y podrían recibir un tratamiento similar”.
Por otra parte, los científicos avanzan en el proyecto junto
a la municipalidad de Santa Fe, que implementaría el sistema a medida que las
pruebas de laboratorio sigan siendo satisfactorias.
Fuente: Agencia CTyS-UNLaM