Llamó la atención las declaraciones de Sara Ludueña de Cadó,
presidenta de la Junta Electoral, asegurando que el 70% de los afiliados
catamarqueños al radicalismo habían firmado avales para alguna de las listas
que se aprestan a competir en junio por la conducción partidaria.
Parecía mucho un 70%, cerca de 35.000 avales en cuestión,
cuando se sabe el desprestigio no solo de los popes del radicalismo en
particular, sobre quienes todavía pesa el desprestigio por el estado en el que
entregaron el gobierno provincial en diciembre de 2011.
Pero ahora se entiende el porqué de semejante aseveración, a
todas luces delirante: revisar uno por uno cada aval, la legitimidad de la
firma del afiliado firmantes, si mantiene la condición de afiliado, entre otras
cuestiones, les demanda a los integrantes de la Junta Electoral un tiempo
enorme.
Eso es lo que decidieron los tres integrantes que pertenecen
al castillismo, los otros tres al brizuelismo, y los que pertenecen a CREER de
Ernesto Álvarez Morales y al MIRA de Gustavo Jalile.
La conclusión de este cuello de botella del que depende el
proceso de democratización del radicalismo catamarqueño es que todo parece
encaminarse a hacer fracasar la efervescencia que se vivía internamente.
Es que sin avales no
podrían participar los sectores opositores al doble comando castillista-brizuelista;
o en su defecto, con avales aprobados muy sobre la hora, no habría tiempo
material para que los sectores opositores, guzmanistas, rojos, CPR, RRaP, entre
otros, acuerden listas compartidas para enfrentar a un oficialismo decidido a
eternizarse en lo partidario y en candidaturas resueltas en una mesa chica.