En una entrevista radial en FM Valle Viejo, Gerónimo contó todo lo ocurrido
antes de llegar a El Rodeo. Él junto a su esposa y sus dos pequeñas hijas
partieron ese jueves 23 a la mañana desde la terminal hacia El Rodeo. No
pudieron tomar el primer colectivo debido a que mucha gente se dirigía hacia el
lugar y no quedaban ubicaciones.
Esperaron pacientes por dos horas a que llegara el otro
micro para la partida. Finalmente a las 10 de la mañana subieron y cerca de la
estación de servicio Amengual, ubicada en Av. Ocampo, el colectivo se rompió.
Esperaron por el lapso se una hora, hasta que siguieron camino.
Parece que el destino les estaba marcando señales que les
impedían llegar a El Rodeo, tal como lo contó el propio sobreviviente. "Ese día
llegamos con mucho percance en el camino, hoy pensándolo en frío quizás eran
señales que no debíamos ir”, manifestó el hombre.
Finalmente, cerca del mediodía llegaron a la villa
veraniega, donde durante el día compartieron con otras familias que estaban
acampando en el camping junto a ellos.
Por la noche, su mujer con sus dos hijas se van a la confitería
y Gerónimo se fue a bañar. En el momento en que se estaba cambiando de ropa en
la carpa, comenzó a sentir fuertes vibraciones y ruidos. Inmediatamente salió
de la carpa y comenzó a gritar "se viene la creciente” sin saber ni haber
vivido nunca este tipo de fenómeno.
La gente que se encontraba en el lugar, primero lo miraba
como si estuviera loco, pero después comenzaron a correr detrás de él que salió
en búsqueda de sus hijas y su mujer. "Pegué un salto y salí corriendo a buscar
a mis hijas y mi esposa”, relató al agregar que "se sentía cada vez más fuerte
la vibración y la llegada del agua; se sentían muy fuertes los rayos, parecía
una pesadilla”.
En la desesperación de no saber qué hacer, salió corriendo
de la mano junto a su esposa e hijas y llegaron a la casa de Sergio Díaz que se
encontraba en una lomada, pensando que allí el agua no iba a llegar.
A los gritos pedían ingresar a la vivienda, a lo que Díaz
salió a atenderlos sin entender lo que pasaba. El hombre, bien tranquilo, le
dijo que en el lugar iban a estar a salvo, dándoles hospitalidad en su casa y
brindándoles la tranquilidad que nadie tenía en ese momento.
"En un momento me llama a mi solo al porche de su casa y me
señala el río que se había armado por donde habíamos venido con mis hijas y
esposa. Era un río negro turbio que arrastraba autos como si fueran juguetes”,
contó Gerónimo.
"Me dijo que la creciente no iba a llegar hasta ese lugar.
Abro una puerta del fondo de la casa y veo que corría agua e inmediatamente
cerramos la puerta. Pasaron unos segundos y comenzó a correr un agua espesa”,
prosiguió hasta recordar que el agua estaba tapándolos.
La familia de Gerónimo estaba en el baño y por el ventiluz
que rompió con sus propias manos lograban respirar. En tanto la familia de
Sergio Díaz quedó en una de las habitaciones, y en un momento, contó que sintió
los gritos de la mujer que llamaba a su esposo, y al no responderle, pedía
ayuda para que se lleven a su hija, suponiendo que a ellas ya las estaba
tapando el agua.
"Después le dije a mi mujer al último que nos larguemos
porque me llegaba el agua al cuello, yo ya las estaba sosteniendo sobre el
ventiluz. Le dije me ahogo como una rata, nos larguemos los cuatro pero no nos
soltemos. Agarra bien las chiquitas, nos agarremos bien y tenemos una esperanza
afuera”, manifestó.
"Todos agarrados. Nos largamos del ventiluz, caemos al agua,
y nos arrastró la correntada en bajada, porque la casa estaba en alto. En eso
que nos llevaba la correntada me di un golpe con un árbol, o una piedra. El
golpe me las arrebató de las manos, ahí fue cuando yo las solté, por el golpe,
sino jamás las hubiera largado. Cuando recibí el golpe no quedé inconsciente y
manoteé para el lugar donde estaban pero no había caso. Me pasó ropa de alguien
u otro cuerpo y pensé que era una de ellas y quise agarrarla”, recordó en su
desgarrador relato.
"Llega un momento en que por un hecho fortuito, una suerte,
la creciente agarró por la derecha río abajo y hacia la izquierda había pasado.
Yo me quedé agarrado ahí”, indicó. Después dijo que vio a un hombre parado al
lado suyo, quien lo invitaba a ir a la civilización.
En el estado en que estaba, todo golpeado, no podía pararse
por lo que decide quedarse en el lugar. En ese momento se durmió y se despertó
recién cuando escuchó que su mujer lo nombraba a los gritos. Cuando despierta
mira hacia al costado, eran unas linternas que estaban a unos 50 metros.
"La buscaba girando la cabeza pero no la encontraba. En un
momento giro la cabeza y veo unas linternas, como que ella me despertó para que
la viera. Intenté gritar pero no me salía nada, hasta que logré pegarles dos
gritos y vi las luces que se movían como si vinieran corriendo”, expresó.
"Tenía la esperanza de que ellas se hubiesen agarrado de
algo. Preferiría que me torturen todos los días, que me operen sin anestesia el
corazón, que me saquen las entrañas pero que me devuelvan a mis tres amores
vivos”, concluyó.