La estructura económica de la Argentina evidencia fuertes
asimetrías por la cercanía o la distancia de los puertos.
En ese contexto, históricamente las economías regionales,
particularmente han sufrido los embates más fuertes cuando se asoma una crisis.
Y este año no ha sido bueno para las actividades zonales, especialmente de
materias primas.
A tal punto que los empresarios enrolados en la
Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) han denunciado que, a raíz
del atraso cambiario, está en riesgo el empleo de 900.000 personas que trabajan
en distintas producciones en todo el país.
Particularmente, los productores reclaman al Estado la
reducción de la carga impositiva, como un mecanismo que puede contribuir al
sostenimiento de los pequeños productores del interior del país y que, en el
caso, de los exportadores, se agrava por el encarecimiento de los fletes que
pagan para trasladar lo producido a los centros de concentración comercial.
CAME ha sido clara respecto del impacto de la falta de aliento de políticas que
tiendan a revertir el cuadro de crisis, según publicó La Gaceta.
"Los pequeños y medianos productores de 28 complejos
agropecuarios anticipan que este año no cubrirán sus costos de producción”,
denunció. Por eso, solicitan medidas urgentes para evitar la desaparición de
aquellos que promueven los cultivos regionales y brindan mano de obra en las
provincias.
Con precios (internos e internacionales) deprimidos, las
economías regionales procuran sostenerse en base a ajustes que llevan a la
pérdida paulatina de competitividad en un mercado global cada vez más
diversificado.
Pero, además, enfrentan una histórica como persistente
asimetría relacionada no sólo con la infraestructura, sino también con los
ingresos de sus habitantes y la capacidad de captar inversiones de capitales
nacionales y foráneos.
En esa orientación, el Noroeste (NOA) y el Noreste (NEA)
argentinos han sido las regiones más castigadas por los indicadores socioeconómicos
y que ha obligado a parte de su población económicamente activa a migrar hacia
zonas de mayor concentración económica en busca de la inserción laboral.
Un cambio de política económica en el mediano plazo causará
efectos diferenciados por aquellas asimetrías. Por caso, un reciente estudio
del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y
Latinoamericana (Ieral) ha dado cuenta de que regiones como la pampeana o la
patagónica tienen altas probabilidades de mejorar su situación si se modifica
la política cambiaria argentina.
En el sentido contrario, las zonas norteñas pueden resultar
las más afectadas, al ser más intensivas en el mercado interno y con más
dependencia en la generación del empleo público.
Los industriales, en tanto, han puesto de manifiesto que el
NOA tiene costos logísticos más elevados que el promedio de las regiones.
"El aprovechamiento del potencial productivo del Norte
Grande (NEA-NOA) requerirá la reactivación del Ferrocarril Belgrano Cargas, de
la red vial y la conformación de un sistema multimodal”, fue lo que en su
momento expuso la Unión Industrial Argentina.
Frente a esas realidades, el clamor general hacia el
Gobierno nacional es que se generen no sólo aquellas políticas que tiendan a
aliviar el peso de los impuestos en sectores de pequeños y medianos
agricultores, sino también mitigar los costos de producción creciente.
Otro planteo que aún no ha encontrado eco profundo es la
eliminación de las retenciones a las producciones en crisis y agilizar la
devolución del IVA y reintegro a las exportaciones.
Las economías regionales, en suma, deben constituirse en una
de las prioridades de la agenda política nacional, en un sentido altamente
federalista.