El gozo de todos era muy similar al que ya vi en otras noches como esta, de buena música y desfile rones y cervezas. Pero algo más flotaba en el aire: la liberación de tres de "Los Cinco”, presos cubanos que estuvieron detenidos en Estados Unidos por tareas de espionaje y que son considerados héroes de la lucha antiterrorista por el gobierno y el pueblo de Cuba, y la novedad del reinicio de las relaciones diplomáticas entre el Imperio siempre cercano y la isla. La noticia ya recorrió el mundo, el Granma de hoy –jueves 18, un día después de los anuncios– desglosó las palabras de Raúl Castro y también las de Obama, seguro ustedes tuvieron posibilidad de visitar distintos portales y ver centenares de opiniones y datos contextuales. Más que información, lo que me llegó era una sensación de momento histórico. Justo esa mañana había ido a visitar el Museo de Bellas Artes, donde una instalación ubicada en la planta baja reproducía las condiciones de encierro de esos hombres que ya estaban siendo trasladados a su tierra. Los guardias miraban con extrañeza a esa reproducción de la cárcel que mostraba las durísimas condiciones en las que los mantuvieron. Era un grito de justicia que ya había sido saldado, y su presencia pasaba a ser testigo de una victoria conseguida después de largos años de gestiones y procesos judiciales falseados en los tribunales del Tío Sam.
En el club Brecht se sentía una cierta emanación de ese logro, muchas de las charlas giraban en torno a eso, se escuchaban opiniones sobre lo expuesto por Raúl, sobre lo dicho por Obama y las reacciones de los cubanos en la tierra del norte. Todos coincidían en que, pese a lo dudoso del futuro levantamiento del embargo que pesa sobre Cuba desde que rompiera relaciones con Estados Unidos, tras el triunfo de la Revolución –casi 56 años pasaron de aquel 1 de enero de 1959–, la liberación de los prisioneros y la restauración de las relaciones diplomáticas son un triunfo irreversible, desde el que pueden surgir nuevos acuerdos comerciales que inyecten capitales y permitan el ingreso de una mayor variedad de productos a los puertos isleños.
"Asere, estás despidiéndote de Cuba en un día histórico”, me dijo Calero, uno de los tantos amigos que coseché por estos días. Con él y Danny (dormí en su casa una semana sin pagar un peso) hablábamos en un rincón alejado de la música, y los dos se esperanzaban con las posibilidades abiertas. La aceptación del mandatario norteamericano de que el bloqueo es una medida injusta, y peor, que no consiguió el objetivo buscado de agotar al gobierno nacido de la gesta revolucionaria, es un gesto que caló hondo en la isla, y que ilusionó a muchos de los cubanos que quieren crecer y hacer crecer a este país que aman tanto pero al que le ven tantas carencias como virtudes incontestables.
Crónica viajera de Juan Francisco Uriarte Buteler