Balance tras dejar la isla

Cuba, una contradicción continua

Cuba comienza a cambiar en mi mente, a transformarse en otra cosa, algo más etéreo. Cuba comenzó a ser un recuerdo: un ladrillo en ese edificio de plumas que llamamos memoria. Y no quiero que se estanque ahí sin escribir sintiéndola aún tan cerca, pese a la distancia. Porque estoy en la ciudad de Cancún, uno de los paraísos mexicanos destinados al turismo internacional, pero me gustaría recuperar algunos testimonios para pensar un poco más a ese país tan poco común, tan único como el que dejé antes de que terminara el año pasado.
domingo, 1 de febrero de 2015 10:14
domingo, 1 de febrero de 2015 10:14

La sensación que más me acompañó durante aquellos días fue una especie de doble extrañamiento constante, por las cosas buenas y malas que ocurren en la isla. Hay lugares a los que es fácil catalogar, construir una opinión que más o menos nos cierre, y luego decir "tal lugar me pareció…” y soltar un par de frases que lo engloben sin demasiadas omisiones. Eso es imposible con Cuba, porque incluso entre cubanos del mismo estrato sociocultural las diferencias de opinión y miradas pueden ser gigantes. La familia Castro, por ejemplo, es uno de los ejes sobre los que giran las contraposiciones, y hasta el mismo Fidel puede ser motivo de los más grandes insultos por cualquier vecino.

Es en la vida cotidiana donde las contradicciones se ponen de manifiesto de modo más visible, más palpable para los visitantes. La inseguridad ni siquiera es una sensación, por ejemplo. En grandes áreas de La Habana prácticamente no existen zonas en las que uno peligre o sienta ante la posibilidad de un peligro. Muchas de mis caminatas transcurrieron a la madrugada, por calles en completa oscuridad, zonas donde se evidenciaba una gran pobreza. Aún en esos extensos rincones habaneros donde cualquiera podría sentirse presa fácil, me sentí seguro, y en muchas conversaciones pude comprobar que la sensación era compartida. Sensación tan compartida como la escasez alimentaria que atraviesan grandes masas de cubanos, cuyas dietas se limitan a unos pocos productos frescos y una gran cantidad de arroz y otros granos y legumbres.

De esos claroscuros se alimentan las consideraciones en torno a Cuba. Recupero algunas visiones:

Delia es una vendedora de artesanías y recuerdos en un localcito del mismísimo centro de la Habana Vieja. Es el típico lugar pintado de blanco, y atiborrado con remeras con la cara del Che, boinas, maracas, cuadros súper coloridos. Trabaja de lunes a lunes, desde las 9 de la mañana hasta entrada la noche.

Coincidimos en una máquina (los taxis compartidos de los que hablé anteriormente) y terminamos comiendo una pizza cerca de su casa. Ella está enojada con el gobierno, no entiende que haya tantos privilegios para los turistas, tan buen trato en los lugares de comidas o en los sitios de vacaciones, y tan malos tratos para los locales.

"Esto es el mundo del revés chico”, era la frase que repetía después de contarme, molesta, algunas de las dificultades que atraviesa. La más clara, tener que trabajar tanto tiempo para estar con lo justo, sin mayores placeres que las telenovelas de las noches y una que otra salida sólo muy de vez en cuando.

Es distinta la mirada de Danny Arévalo, estudiante de cine con quien hice buenas migas durante el festival cinéfilo que conté en el texto anterior. Para él, en la isla hay infinitas posibilidades, pero para aprovecharlas hay que ser muy creativo al momento de pensar cualquier iniciativa. Sostiene que con inteligencia y formación se pueden conseguir buenos trabajos o concretar proyectos que puedan ofrecer un buen nivel de vida para cualquiera.

Las puertas de las universidades están abiertas para todos en la isla, algo que facilita el camino para todo aquel que esté dispuesto. En su caso, para solventar sus gastos Danny es colaborador en distintas producciones fílmicas que pueden ir desde un videoclip de una banda de salsa a la transmisión en vivo de algún evento de relevancia nacional. Se las arregla muy bien, Danny: es fotógrafo, editor, maneja la grúa y tiene nociones de director muy trabajadas. Es necesario un gran esfuerzo, uno sostenido, pero en su caso, la fórmula funciona, y por lo menos en un par de casos más también.

La persona que más defendió a Cuba durante mis consultas fue una española, Fe Corrocheno del Pino. La madrileña aceptó que la isla es "una contradicción continua”, pero valoró el sistema de salud y la calidad universitaria. "Puedes no tener chocolates, o que te falte tal o cual adorno, pero aquí no tendrás hambre, y si te enfermas tendrás un hospital y un profesional de primera que estarán a tu disposición por nada… ¡por nada tío!”, dijo con vehemencia.

Fe vacaciona desde hace 25 años en la isla, y en ese diciembre estaba terminando una recorrida por todo el país. "Aquí la gente está viva y activa”, aseguró, golpeando con su índice en la mesa para darle un respaldo definitivo a su frase. ¿La casi total ausencia de Internet? Secundario a su entender, aunque yo disienta por la infinita cantidad de recursos que se pueden aprovechar en la red.

Decidí hacer esta pequeña recopilación de testimonios porque todavía me resulta muy difícil encontrar una definición propia sobre la isla. Debería estudiarla más, en primer lugar, y volver a ella unas cuantas veces. Pero de entre todo lo que recuerdo, las palabras del intelectual Roberto Fernández Retamar aún me parecen las que mejor se acercan a lo que es mi incipiente opinión: "en el socialismo el guión es muy bueno, pero la realización deja mucho que desear”.

Tras el acuerdo con Washington de semanas atrás, quizás se pueda esperar una época de mejores tiempos para los cubanos. La isla, el gobierno castrista, están ante la posibilidad de un hito que podría superar a lo conseguido con la Revolución del ‘59. Habrá que ver cómo dirigen este capítulo que recién comienza.

Crónica viajera de Juan Francisco Uriarte Buteler