La construcción estuvo a cargo de varias empresas locales a
las que a duras penas se les certificaba los diversos tramos de la estructura, hasta que finalmente
y sin que nadie explique nada, la construcción se paralizó y ahí quedó, al lado
de la terminal, a trasmano de todo y como un mudo testigo de la negligencia y
desidia de los verdaderos responsables, los que además demuestran un total
desinterés por las cosas que son de todos los habitantes de esta ciudad.
Se supo por versiones –porque nadie sabe nada de nada de este
tema- que desde la Nación habían enviado el mobiliario, el equipamiento técnico
en iluminación y sonido, además de proveer a las empresitas, de los materiales
necesarios.
Otro de los asuntos a resolver sería el de la jurisdicción,
hasta esta mañana no se sabe aún quién debe administrar el espacio, la Nación,
la provincia o el municipio, lo que de hecho plantea un conflicto por ausencia
o indefinición de actores responsables.
Mientras tanto, los vándalos de siempre ya destruyeron los
vidrios y se robaron gran parte del equipamiento, sin que a nadie se le mueva
ni un pelo, ni aún a los hacedores de la cultura, por el simple hecho de que no
lo sienten suyo ni nada que se le parezca.