Fútbol Femenino: “Pensaba jugar hasta los 60 pero si puedo, voy a seguir”

Es jugadora de Asociación Iris y tiene una particularidad: con 57 años ha llegado a disputar los partidos de Reserva y Primera íntegros.
viernes, 23 de agosto de 2019 09:32
viernes, 23 de agosto de 2019 09:32

Es catamarqueña, oriunda de El Palo Cruz, departamento La Paz, vivió en la ciudad de Recreo. Hoy vive y juega al fútbol en La Plata, Capital de la provincia de Buenos Aires.

Cuenta su particular historia de vida relacionada al campo y la familia, con el fútbol como bálsamo.

El trabajo, el fútbol y la comunión familiar atravesaron la vida de Esther Laurencia González desde que tiene consciencia. Su padre Delfín Andrés González, un criador de animales de la Catamarca profunda, en el pueblo Recreo donde se criaron, la llevó a trabajar por primera vez al campo con apenas 8 años:

“Como iba a poner trampas para animales que cazaba y luego vendía, no tenía para hacer el pan y llevó todo para que le haga tortilla… ‘¿Papi, cómo voy a hacer si no sé?’ le dije. Él era de esos hombres que querían todo servido, no sabía ni poner el agua al fuego… me dijo más o menos cómo hacer y cuando terminé estaba durísima. No se podía ni comer! Jaja pero la echaba al mate cocido y se la comía”.

En esa anécdota que Esther cuenta con una sonrisa 50 años después, deja entreverla dura crianza que vivió en el campo Palo Cruz, en el interior de Catamarca, y el amor que la unió a su familia, el respeto a su imagen masculina más fuerte y la abismal diferencia con la vida que conoció en La Plata cuando llegó con sus 17 abriles a cuestas.

La familia a la que Delfín y Laurencia del Valle Santillán le dieron forma en este pueblo del sudeste de Catamarca que cuenta con 20.000 habitantes tenía a Esther como una de las 4 mujeres y otros 5 hermanos varones, todos muy unidos. Pero había algo que los dispersaba durante las tardes en Recreo, cerca del Matadero local y que hoy es una Escuela: un pequeño baldío que hacía las veces de potrero y donde los González despuntaban la pasión por la pelota.

“Empecé a jugar en Catamarca, en el Barrio. Teníamos una cancha con la arena por arriba de los tobillos en mi pueblo. Tendría 13, 14 años y jugaba con chicos y chicas del barrio. Cuando nos íbamos al campo jugábamos todos los hermanos al fútbol, varones y mujeres. Mi papá siempre decía que eso era cosa de hombres, no quería que juegue… ‘ustedes no son hombres’, nos decía. Pero con mis hermanas no le llevábamos el apunte”, reza Esther en retrospectiva y desde su miraba firme, dura, recia.

En cada frase, en cada palabra se nota que Esther nunca dejó de ser campera, catamarqueña de pura cepa. A pesar de sus 40 años en La Plata, parece jamás haber perdido el sentido de sus raíces, de su pueblo al que vuelve una o dos veces por año para visitar a sus familiares y porqué no, para volverse a ver a sí misma completa: “Cuando voy para allá paso por Recreo, saludo y me voy rápido para el campo. Ahí me hallo. Soy una mujer de campo” dice, y agrega que “desde que falleció mi mamá, hace unos 10 años, mi hermano del campo quedó solo. Es el único que vive en la casa donde nos criamos, no sale mucho, siempre está en el campo y ahí quedará, ya está viejo. Ramón, que vive en Recreo, va todos los días a verlo, le lleva la comida, le ayuda con los animales”.

La Plata, su aventura

Antes del arribo de Esther, habían probado suerte en la Ciudad de las diagonales dos hermanos que trabajaron una de enfermera en el Hospital Alejandro Korn (Tomasa del Valle González) y el otro de Policía (René Desiderio González):

“Me vine a La Plata los 17 años para cuidar los hijos de mi hermana. Mi papá me mandó y lo hice hasta los 19, más o menos, cuando empecé a trabajar afuera” cuenta Esther y deja una de las tantas sentencias a voz firme:

“Amo el trabajo. Hace unos años dejé un poco, me sentía cansada, pero no pude quedarme en casa y volví. Trabajo de limpieza. Imaginate que en el campo nos criamos trabajando, era muy sacrificado, sufrido, feo… sembraba maíz, zapallo, sandía. No había otra, tenía que hacerlo”.

Siempre vivió al fútbol como una terapia, una manera de relajarse y ser feliz. Pero las responsabilidades fueron más fuertes y así como construyó su familia, dejó todo para trabajar y darle lo mejora sus 5 hijos: Diego (34), Yésica (31), Érica(24) y Federico (23), todos de su primer matrimonio y apellido Marcial. Y la menor, Candela (16), que se apellida Arce. Además tiene 3 nietos llamados Jazmín(14), Malena (12) y Santino (5). Esther acomodó sus prioridades y por eso cuenta que estuvo casi 20 años sin tocar una pelota:

“Estuve muchos años sin jugar, desde que llegué a La Plata hasta más de los 30, sólo me dedicaba a trabajar. Volví a jugar en 517 entre 151 y 152, La Granja, en una canchita del barrio. El equipo se llamaba Las Lolitas y de ahí pasamos todas a Toronto City".

Esther comienza a jugar los partidos bastante antes del pitazo inicial. Con esa pasión que la moviliza, el día anterior al cotejo la jugadora de Iris ya tiene preparada la mochila con toda la ropa, los botines, medias, canilleras, rodillera y hasta cinta de-más, por si alguna compañera necesita.

“El día del partido me levanto bien temprano, le doy de comer a mis animalitos y preparo la canasta con el mate, primero y principal…después le meto de todo: facturas, galletas… no es para uno, llevo y comparto con las chicas, el entrenador, con todos. Una hora antes de la citación ya estoy en la cancha”.

Pensar en el otro es una sana costumbre de Esther, que se pone en segundo plano respecto de sus hijos y también muchas veces de sus compañeras, a quienes ayuda cuando puede:

“Llevo cinta porque algunas veces no tenemos, a alguna le faltay trato de colaborar. También a veces cosas para el botiquín del club: gasas, vendas, cintas, agua oxigenada… el club pide y siempre traigo”.

Iris, su lugar

Llegó a Asociación Iris hace unos 5años. La incentivaron sus hijas, a quien ella les había inculcado su pasión por el fútbol, y así lo vivió. Compartió plantel con sus dos hijas menores en Iris (NdR: hoy Érica está en La Plata FC) y mientras sueña hacerlo con sus nietas, rememora esos días:

“Es relindo jugar con ellas… veo las fotos que nos sacamos y les digo qué lindos recuerdos vamos a tener. Hace poco jugué contra Érica y la tuve como loca… juega bien, pero la corrí por todos lados jajaja”.

Mientras que no cesa en su añoranza más tierna: “Mis nietas quieren jugar y el padre no las deja… dice que es para hombres. Pero si juego yo, ¿cómo no van a poder jugar ellas? Quiero convencerlo para que las deje pero por ahora no. Espero que vengan, me gustaría que estén acá conmigo”.

A propósito de sus inicios en el fútbol amateur institucionalizado, Esther deja una hermosa muestra de por qué es importante que los clubes se abrana la formación de mujeres futbolistas y la Liga apoye estas iniciativas:

“Cuando empecé era muy sucia para jugar, iba y las hacía bolsa. Después el entrenador me enseñó y bueno, aprendí. Pero venía acostumbrada a jugar bien fuerte. A veces hasta las compañeras me tenían miedo (jaja). Tampoco era la cuestión de lastimar a alguien… soy brutapara jugar”.

Y como al principio, la responsabilidad y el sacrificio todo lo atraviesan en la vida de Esther, también al fútbol:

“Para no venir a entrenar tiene que pasarme algo grave. Me gusta entrenar y también soy responsable en todo, como la cuota”.

Y a la hora de repasar por qué juega, expresó claramente su placer:

“Nunca fui de salir a los bailes y eso, menos ahora. Pero cuando voy a jugar a la pelota me divierto, es algo que me hace bien. Me voy contenta y vuelvo más contenta después de jugar. Últimamente faltaban chicas de Reserva y he jugado los dos partidos, en Primera también… a veces pienso en cómo puede ser que juegue a la pelota, que corra así, que ya soy grande… pero bueno, corro, me gusta”.

En el cierre de la entrevista con La Liga de los Clubes Esther, la catamarqueña que deja la piel cada fin de semana por la camiseta de Asociación Iris con casi 58 años, dejó un breve perfil personal, para que quien la vea esté prevenido:

“Soy seria, callada, pero no es que soy mala, no tengo maldad. Por lo visto las chicas me quieren. Mucha gente me alienta, nunca me han dicho nada malo respecto a mi edad y eso me pone feliz, jugando al fútbol soy feliz.

Por: Federico Cejas.

Fuente: LA LIGA DE LOS CLUBES.

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