Defensa accedió a la final de la Sudamericana, con Lanús

Defensa hizo historia y llegó a su primera final internacional con una goleada 4 a 2 sobre Coquimbo de Chile y ahora definirá el título de la Copa Sudamericana con Lanús, en el estadio “Kempes” de Córdoba.
sábado, 16 de enero de 2021 22:55
sábado, 16 de enero de 2021 22:55

Hay mil maneras de hacer historia. La de Defensa y Justicia, que acaba de acceder a su primera final internacional luego de vencer a Coquimbo por 4-2 en la vuelta de la semifinal de la Copa Sudamericana, tiene rasgos definidos: encontrar talento allí donde otros equipos ven descartes, y darles rodaje a futbolistas jóvenes que no tienen minutos en sus clubes de origen. Esa amalgama funcionó muy bien con Sebastián Beccacece en el banco de suplentes y la historia continúa con Hernán Crespo. La semana que viene, contra Lanús y en el Mario Alberto Kempes, de Córdoba, el Halcón tendrá la chance de volar más alto que nunca.

El rostro de Crespo cuando Coquimbo se puso en ventaja en Florencio Varela es una postal del equipo. "No importa. Tranquilos. ¡A jugar!", arengó desde el banco de suplentes. El gol de los chilenos fue un accidente defensivo, que sin embargo sirvió para que Defensa recuperara la memoria. Jugar a la pelota. Esa es la clave de este equipo.

El mediocampo del Halcón explica el modelo: Valentín Larralde, rescatado de las inferiores de Gimnasia y Esgrima La Plata, fogueado en la Cuarta de Varela, moldeado en la Reserva que dirige Pablo De Muner. Lo disfruta Crespo, que tiene a un volante mixto con la cancha en la cabeza. No importa si recibe de espaldas, si no tiene espacios o si lo marcan a presión. Le dicen "Pitu" y es el que hace jugar a sus compañeros. A su lado, Enzo Fernández. Sin lugar en River, se fue a Varela a completar su formación.

El tándem Larralde-Fernández funcionó contra Coquimbo como una imitación de la pareja Mascherano-Gago en el seleccionado de Alejandro Sabella. Uno juega (Larralde), el otro raspa (Fernández). Defensa gana en movilidad, en triangulaciones. En pases filtrados, siempre al espacio, nunca a la posición. Eso, contra una defensa estática como la de Coquimbo, es un arma mortal.

Así se recuperó del gol rival. Proyección casi hasta la línea de fondo y centro atrás. Pizzini, de pesquero, empató. Y después llegó el show de Braian Romero, ese delantero-wing-delantero que se pone el traje que más le conviene según la ocasión. Esta vez volvió a disfrazarse de matador del área. Con la ayuda de Walter Bou y la complicidad de Larralde, Defensa enhebró una jugada para pasar en las escuelas de fútbol. Todos habilitados y gol de Braian. Dos minutos después, otra triangulación, otra participación decisiva de Bou (¿se arrepentirá Boca de haberlo prestado?), otro gol de Romero. Y sobre el final del primer tiempo, otra vez Bou fue asistidor, y otra vez definió Romero. La serie parecía definida con el 4-1 en el marcador.

El problema de hacer historia es que se avanza sobre un terreno desconocido, inhóspito. Defensa no tiene jugadores curtidos en finales, ni en partidos decisivos. Muchos de ellos eran proyectos (Larralde, Fernández, Martínez, Frías) con un puñado de partidos. Su DT, sin ir más lejos, tiene un currículum de éxitos como jugador. Este es su primer pleno como técnico. Por eso debió sufrir hasta el final y padecer los embates chilenos en el segundo tiempo.

La alegría de haber hecho historia durará hasta mañana. Comenzará entonces el tiempo de pensar en la final. Esa utopía que se convirtió en realidad tras un viaje que comenzó en la Copa Libertadores al inicio de 2020. Un año después, Defensa está a las puertas de la gloria. A un partido de un título. Después de hacer historia al llegar por primera vez a una final internacional, ahora quiere más.

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