La historia de un hombre con huellas catamarqueñas que vivió 61 años sin DNI

Jorge García tiene 62 años y una intensa vida en la que fue chico de la calle, trabajó en varios oficios y recorrió buena parte del país, pero para el Estado argentino apenas acaba de cumplir uno de existencia legal.
miércoles, 20 de marzo de 2019 12:09
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Sucede que, como unas 2000 personas en todo el país, recién el año pasado recibió en Roca su primer DNI que lo acredita como residente legal y le permite acceder a derechos básicos como educación, salud, jubilación, trabajar o ejercer su actividad comercial en blanco.

Indocumentado y con el riesgo de ser expulsado o considerado apátrida, Jorge abrió en 2018 su primera cuenta bancaria, terminó la primaria y buscará “blanquear” su pequeño comercio en el Cuy. Sin embargo, aún mantiene la obsesión de su infancia: saber de dónde viene.

García nació un 4 de enero de 1956, en Santiago del Estero. Vivió brevemente en una estancia de Andacollo, Neuquén, fecha en la cual un tío decidió “inscribirlo”, no sabe si por nacionalidad de sus padres o simplemente por cercanía del registro civil, en Chile.

Posteriormente, su familia se estableció en Catamarca, de donde era oriunda. Su vida dio un vuelco decisivo a los ocho años, cuando la mujer que lo crió desde que tenía uso de razón, le reveló que no era su madre biológica y que “por temor de su vida y de la mía” debía dejar el hogar.

“Nunca supe qué pasó y ella, que era partera, tampoco quiso aclararlo: supuestamente mis padres murieron o fueron asesinados, pero no es seguro”, señala a diario Río Negro. Como fuera, en 1965 la mujer lo envió en tren a Córdoba, donde debía ser recibido por parientes que nunca aparecieron.

En la calle

José se transformó así, cerca de los 9 años, en un chico de la calle. Ejerciendo de lustrabotas, diariero, vendedor ambulante de bijouterie, café o churros llegó hasta Buenos Aires.

Logró cierta estabilidad a los 12 años en Mar del Plata: tuvo trabajo y cierta “protección” en un puesto fijo que atendía a marinos y militares de esa ciudad. “Había muchas botas para lustrar”, bromea. “En 1972, a los 16, comencé a recorrer el país trabajando y buscando mis orígenes. Me enteré que la mujer que me había criado había fallecido en 1969”, relató.

Siempre sin documentos, viajó a Salta, donde trabajó en plantaciones de tabaco y caña de azúcar. “En 1976 volví a la estancia de Andacollo para ver a mi tío y averiguar de mi historia, pero había fallecido. Después trabajé años en las minas de Zapala y del norte neuquino, siempre en negro: como no tenía DNI ni libreta de fondo de desempleo, trabajaba tres meses, me despedían y me contrataban de otra. Al final los capataces ya me recomendaban e iba rotando por varias”, señaló. García se desempeñó en explotaciones de barita, mármol, oro y en contratistas del ferrocarril.

En ésta época uno de sus empleadores neuquinos intentó ayudarlo a lograr su documentación, pero el intento fue infructuoso. Quien lo había inscripto en Chile lo señaló sólo como hijo de Ernestina Muñoz, por lo cual el “García” que figuraba en sus precarios papeles de nacimiento no era válido en el vecino país.

De este modo, para Argentina Jorge era chileno ingresado en forma irregular y para Chile directamente no existía.

La solución improvisada que halló un abogado fue que cruzara la frontera e “ingresara” legalmente al país para acceder a un documento de extranjero. No era un buen año: en 1978 Chile y Argentina estaban al borde de una guerra por el conflicto del Beagle.

“En la frontera, había un comandante de apellido Díaz, conocido de mi patrón. El me dijo: ‘si cruzás la frontera con un certificado que no coincide con tu apellido en Chile, van a pensar que sos espía’. Y me quedé trabajando hasta 1979 en Las Lajas”.

Finalmente, hubo distensión con Chile y logró que quedara asentado en las actas fronterizas su ingreso al país. Pero cuando tramitaba la residencia temporal, su empleador falleció, el abogado cortó la gestión y perdió los papeles.

Al comercio en Roca

A principios de los 80, los trabajos en minería en Neuquén le dejaron a García un pequeño capital. “Pagaban muy bien, pero nunca tenía estabilidad. Así que me vine a Roca, donde viví 26 años, y con lo que había reunido compré animales (patos, gansos, lanares) y mercadería, y me dediqué al pequeño comercio en la zona rural” de la ciudad.

En una calle ciega, cerca del río Negro, se habían asentado unas 25 familias que trabajaban en chacras y galpones. “Comparaba y vendía, siempre en negro y al contado”, explicó.

En ésta época, Jorge logró comprar un vehículo, con el que viajó no sólo a la Línea Sur rionegrina a buscar animales sino también a Santiago del Estero y a Salta, por trámites y trabajo, sin papeles de ningún tipo.

“En la línea sur los policías ya me conocían a mí y a mi auto y sabían que nunca andaba en cosas raras. En las otras provincias jamás me pararon”, cuenta entre risas.

De aquella época conoce al fallecido exgobernador Carlos Soria, entonces diputado nacional quien recorría las zonas rurales buscando disputar los votos al radicalismo gobernante. “El finado Soria movió papeles para ver si podían hacerme el DNI, hubo varias amnistías para extranjeros sin papeles, pero siempre estaba la traba del acta de ingreso”.

En 1998 Jorge sufrió varios robos de animales y mercadería, al tiempo que las explotaciones informales se desmantelaron.

“Ahí decidí moverme a la Línea Sur y con el capital que tenía abrir un pequeño negocio en el Cuy. Hace ya 18 años que vivo por allá, me conocen todos”, señala García. Con la llegada del peronismo al poder en Río Negro, García intentó reactivar el trámite de su DNI.

“Soria primero, después el legislador Alejandro Marinao y el propio gobernador (Alberto) Weretilneck se interesaron en ayudarme. Pero chocaban con la burocracia en Migraciones y el Registro Civil”, destacó.

A partir de gestiones políticas, de la intervención de la Defensoría de Pobres y Ausentes de Roca y la Defensoría del Pueblo, en 2014 pudo acceder a las actas de su ingreso al país de 1979, archivadas en Gendarmería de Neuquén. Tuvo que sortear un último escollo, ya que cuando realizaba trámites en Migraciones de Bariloche estuvieron a punto de expulsarlo del país.

Desde ese año José tuvo la residencia temporaria que le permitió terminar la primaria y comenzar el secundario. Finalmente, el 30 de mayo de 2018, a los 61 años, recibió su DNI, no sin algún susto final, porque se había traspapelado en un cajón y casi no se lo entregan.

DNI y después

El documento le permitió abrir su primera cuenta bancaria. “Ahora tengo que empezar los trámites para inscribir el negocito en la AFIP e Ingresos Brutos”, señala.

Sin embargo, la búsqueda de Jorge aún no termina. Todavía sueña con encontrar a alguien de su familia de origen. “Estuve en San Pedro de Guasayán, Santiago, donde entre varios vecinos logré definir que mi papá quizás trabajó en esa zona. Tengo contacto con cuatro hermanos de apellido Castillo, que podrían ser parientes. Intenté pedir un ADN, pero el juzgado de allá se declaró incompetente. Así que iniciamos gestiones con la Defensoría de Roca”, comenta.

En su madurez, y pesar de que ya “blanqueó” buena parte de su vida, conocer su identidad de origen es para García una herida sin cerrar, que desea resolver.

 

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