Si tuviera que explicar semejante cambio, en un jury claro,
tendría más problemas que los fiscales Mazzuco o Walther para explicar las
coimas de que se los acusa.
El viernes pasado (19 de mayo), el Juez Electoral y de
Minas, el ya célebre Guillermo "Indio” Cerda, en conferencia de prensa explicó
las dificultades que se tenía para desarrollar con normalidad el acto comicial
previsto para elegir al sucesor de Antonio Córdoba en Ancasti. Por la falta de
insumos informáticos, que debería proveerle el Poder Judicial, y por lo
avanzado del cronograma electoral, aquel día explico que "es imposible
llevar a cabo la elección prevista para el 4 de junio”.
Pero pese a aquella sentencia, cuatro días después, cuando
un candidato radical anotado en la carrera para suceder a Córdoba ofreció
proveer los insumos informáticos, ya los plazo no parecieron preocuparlo mucho
al juez Cerda, y, mágicamente, cambio de opinión: lo que un viernes no se
podía, por los plazos fundamentalmente, cuatro días después, un martes, ya si
se puede.
Si Cerda tuviera que explicar semejante cambio, en un jury por
ejemplo, tendría más problemas que los fiscales Roberto Mazzucco o Ezequiel
Walther para explicar las coimas de que se los acusa por estos días.
Por suerte para él, nadie sospecha de Cerda; los que conocen
como llegó a ser juez electoral, aquella escena fundante con el peor de los
castillismos posibles, tienen bien en claro quién es y cómo se desempeña en su
cargo. Esa línea de conducta le garantiza que nunca sufrirá el trauma de un
jury.