La República Argentina se encamina hacia el abismo y el presidente Mauricio Macri no realiza el más mínimo esfuerzo para contener la grave crisis social y económica que ya afecta a millones de argentinos.
Los fríos datos oficiales han señalado que la desocupación trepó al 9,6 por ciento en el promedio nacional, con índices del 10 y del 11 por ciento en numerosos distritos; que en términos numéricos afecta directamente 1.900.000 compatriotas desocupados, con el correlato de angustia, miseria y desesperanza para sus atribuladas familias.
A los catamarqueños no nos alcanza el cerco mediático de los grandes medios hegemónicos que se empecina en “tapar” esta catástrofe nacional que vivimos los argentinos, porque a la par de nuestra casa o la vuelta de la esquina existe un vecino, un pariente o un amigo que ha perdido el empleo a causa las erráticas y perversas políticas económicas ensayadas por esta gestión nacional, que en tres años y medios solo puede exhibir el rotundo fracaso de los CEOs “macristas”.
Macri y sus funcionarios fueron los que abrieron alegremente las importaciones, permitiendo la ruina de las empresas, grandes, pequeñas y medianas de nuestro país, que con horror ven el desfiladero de productos textiles, automotrices, tecnológicos, y hasta de mercaderías primeras como las del campo, porque hasta las frutas y las carnes están llegando del exterior, condenándolas a los cierre de sus emprendimientos y el inexorable despido de sus operarios.
Encima, elevaron a cifras siderales el costo de los servicios, con aumentos de más 1.600 % en el caso de la energía eléctrica, y otro tanto para el gas y el agua, transformando en inviable cualquier explotación que antes podían emprenderse en la Argentina.
Por si fuera poco, empujaron el aumento del dólar hasta causar una devaluación de más del 100 por ciento, con una incidencia directa en la formación de los precios al consumidor, que proyecta una inflación de entre el 45 y el 50% hacia fin de año.
Y la ironía más patética para el destino de todos los argentinos, es que cuando supuestamente llegamos a un “dólar competitivo”, como se ufanan en definir los “genios macristas”, las empresas nacionales ya no tienen qué vender porque no producen, en razón de que están fundidas o camino a la “banca rota”. Este dato no es un invento, está contenido en el mismísimo proyecto de Presupuesto Nacional presentado por Macri al Congreso Nacional, con el lapidario cómputo de la recesión, ya que el crecimiento económico para 2019 -por ellos mismos calculado- es del 0,5 por ciento.
Finalmente, y atendiendo a la situación de nuestros compañeros trabajadores, es palpable y descomunal la desactualización de los salarios, que en los mejores casos lograron incrementos de entre el 25 y el 30 %, cuando la inflación ya superó el 42% y se encamina a los guarismos ya advertidos de entre el 45 y el 50%. De qué desarrollo con consumo interno podemos hablar o imaginar, si los sueldos son cada vez más escasos.
Por eso, nunca fue tan oportuno un paro nacional como el convocado para este martes 25 de septiembre, demostrando el descontento y el padecimiento de los obreros de la Patria, justo y simultáneamente en que el presidente Mauricio Macri se fue a arrodillar ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los poderosos de Estados Unidos, para aumentar el endeudamiento y profundizar la dependencia nacional a los intereses foráneos, que no tendrá otra consecuencia que más penurias y desesperanza para la inmensa mayoría de los más humildes de este pueblo.
Agrupación “Azul y Blanca” de la CGT Catamarca